Back to Main Page 100 pasajes bíblicos importantes

  1. Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas. (Mateo 7:12)

  2. No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos que dicen: «No cometas adulterio», «No mates», «No robes», «No codicies», y todos los de­más mandamientos, se resumen en este precepto: «Ama a tu prójimo como a ti mismo.» El amor no perjudica al prójimo. Así que el amor es el cumplimiento de la ley. (Romanos 13:8-10)

  3. Hacen muy bien si de veras cumplen la ley suprema de la Escritura: «Ama a tu prójimo como a ti mismo»; pero si muestran algún favoritismo, pecan y son culpables, pues la misma ley los acusa de ser transgresores. (Santiago 2:8,9)

  4. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Así manifestó Dios su amor entre nosotros: en que envió a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados. Queri­dos hermanos, ya que Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. (1 Juan 4:8-11)

  5. Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso? Así tam­bién la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe. (Santiago 2:14-17,24)

  6. Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto. Y él nos ha dado este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. (1 Juan 4:20,21)

  7. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna. (1 Juan 3:15)

  8. ¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericor­dia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8)

  9. Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. (Filipenses 4:8)

  10. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. (Efesios 4:31)

  11. Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendi­ción para quienes escuchan. (Efesios 4:29)

  12. Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia. (1 Pedro 2:1)

  13. En efecto, «el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños.» (1 Pedro 3:10)

  14. Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado. Por­que por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará. (Mateo 12:36,37)

  15. El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua. (Proverbios 10:19)

  16. El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina. (Proverbios 13:3)

  17. El charlatán hiere con la lengua como con una espada, pero la lengua del sabio brinda alivio. (Proverbios 12:18)

  18. El que es entendido refrena sus palabras; el que es prudente controla sus impulsos. Hasta un necio pasa por sabio si guar­da silencio; se le considera prudente si cierra la boca. (Proverbios 17:27,28)

  19. El necio da rienda suelta a su ira, pero el sabio sabe dominarla. (Proverbios 29:11)

  20. No te hagas amigo de gente violenta, ni te juntes con los iracundos, no sea que aprendas sus malas costumbres y tú mismo caigas en la trampa. (Proverbios 22:24,25)

  21. El vino lleva a la insolencia, y la bebida embriagante al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente! (Prover­bios 20:1)

  22. ¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas? ¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados? ¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores! No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza; porque acaba mordiendo como ser­piente y envenenando como víbora. Tus ojos verán alucinaciones, y tu mente imaginará estupideces. (Proverbios 23:29-33)

  23. También han oído que se dijo a sus antepasados: “No faltes a tu juramento, sino cumple con tus promesas al Señor.” Pero yo les digo: No juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer que ni uno solo de tus cabellos se vuelva blanco o negro. Cuando ustedes digan “sí”, que sea realmente sí; y cuando digan “no”, que sea no. Cualquier cosa de más, proviene del maligno. (Mateo 5:33-37)

  24. Sobre todo, hermanos míos, no juren ni por el cielo ni por la tierra ni por ninguna otra cosa. Que su «sí» sea «sí», y su «no», «no», para que no sean condenados. (Santiago 5:12)

  25. Dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. (Efesios 5:20)

  26. Y al orar, no hablen sólo por hablar como hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que serán escuchados por sus mu­chas palabras. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que ustedes necesitan antes de que se lo pidan. (Mateo 6:7,8)

  27. La mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír. Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados los que lo llevan a ocultar su rostro para no escuchar. (Isaías 59:1,2)

  28. Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. (Santiago 1:13)

  29. Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra. Por eso, ¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo. (Apocalipsis 12:9,12)

  30. Entonces el diablo lo llevó a un lugar alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. –Sobre estos reinos y todo su esplendor –le dijo–, te daré la autoridad, porque a mí me ha sido entregada, y puedo dársela a quien yo quiera. (Lucas 4:5,6)

  31. Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno. (1 Juan 5:19)

  32. En ese momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: –¿Quién es el más importante en el reino de los cie­los? Él llamó a un niño y lo puso en medio de ellos. Entonces dijo: –Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos. Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos. (Mateo 18:1-4)

  33. Empezaron a llevarle niños a Jesús para que los tocara, pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Cuando Je­sús se dio cuenta, se indignó y les dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos.» (Marcos 10:13,14)

  34. A algunos que, confiando en sí mismos, se creían justos y que despreciaban a los demás, Jesús les contó esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo, y el otro, recaudador de impuestos. El fariseo se puso a orar consi­go mismo: “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres –ladrones, malhechores, adúlteros– ni mucho me­nos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo.” En cam­bio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!” Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.» (Lucas 18:9-14)

  35. Al fracaso lo precede la soberbia humana; a los honores los precede la humildad. (Proverbios 18:12)

  36. Así dice el Señor: Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada –afirma el Señor–. (Jeremías 9:23,24)

  37. ¿Te has fijado en quien se cree muy sabio? Más se puede esperar de un necio que de gente así. (Proverbios 26:12)

  38. ¡Ay de los que se consideran sabios, de los que se creen inteligentes! (Isaías 5:21)

  39. No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque. (Eclesiastés 7:20)

  40. No paguen a nadie mal por mal. Procuren hacer lo bueno delante de todos. Si es posible, y en cuanto dependa de ustedes, vivan en paz con todos. No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escri­to: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. (Romanos 12:17-19)

  41. No digas: «Le haré lo mismo que me hizo; le pagaré con la misma moneda.» (Proverbios 24:29)

  42. ¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo, y no le das importancia a la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Déjame sacarte la astilla del ojo”, cuando ahí tienes una viga en el tuyo? (Mateo 7:3,4)

  43. Tú, entonces, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú, ¿por qué lo menosprecias? ¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios! Está escrito: «Tan cierto como que yo vivo –dice el Señor–, ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios.» Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios. (Romanos 14:10-12)

  44. No hay más que un solo legislador y juez, aquel que puede salvar y destruir. Tú, en cambio, ¿quién eres para juzgar a tu pró­jimo? (Santiago 4:12)

  45. No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. (Mateo 7:1,2)

  46. Sean compasivos, así como su Padre es compasivo. «No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará. Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbor­dante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.» (Lucas 6:36-38)

  47. Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas. (Mateo 6:14,15)

  48. Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a hacerlo, se le pre­sentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo –le rogó–, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y co­menzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmi­go –le rogó–, y te lo pagaré.” Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. En­tonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! –le increpó–. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo supli­caste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía. Así también mi Padre celestial los trata­rá a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano. (Mateo 18:23-35)

  49. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (Efesios 4:32)

  50. porque habrá un juicio sin compasión para el que actúe sin compasión. ¡La compasión triunfa en el juicio! (Santiago 2:13)

  51. El que oprime al pobre ofende a su Creador, pero honra a Dios quien se apiada del necesitado. (Proverbios 14:31)

  52. El que se burla del pobre ofende a su Creador; el que se alegra de verlo en la ruina no quedará sin castigo. (Proverbios 17:5)

  53. Servir al pobre es hacerle un préstamo al Señor; Dios pagará esas buenas acciones. (Proverbios 19:17)

  54. Sabiendo que el Señor recompensará a cada uno por el bien que haya hecho, sea esclavo o sea libre. (Efesios 6:8)

  55. No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque ésos son los sacrificios que agradan a Dios. (Hebreos 13:16)

  56. Que nadie busque sus propios intereses sino los del prójimo. (1 Corintios 10:24)

  57. No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mis­mos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás. (Filipenses 2:3,4)

  58. Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa. Por eso, cuando des a los necesitados, no lo anuncies al son de trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente les rinda homenaje. Les aseguro que ellos ya han reci­bido toda su recompensa. (Mateo 6:1,2)

  59. También dijo Jesús al que lo había invitado: –Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus herma­nos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos, a su vez, te inviten y así seas recompensado. Más bien, cuan­do des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos. (Lucas 14:12-14)

  60. ¿Qué mérito tienen ustedes al amar a quienes los aman? Aun los pecadores lo hacen así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al ha­cer bien a quienes les hacen bien? Aun los pecadores actúan así. ¿Y qué mérito tienen ustedes al dar prestado a quienes pueden corresponderles? Aun los pecadores se prestan entre sí, esperando recibir el mismo trato. Ustedes, por el contrario, amen a sus enemigos, háganles bien y denles prestado sin esperar nada a cambio. Así tendrán una gran recompensa y se­rán hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados. (Lucas 6:32-35)

  61. El fin de este asunto es que ya se ha escuchado todo. Teme, pues, a Dios y cumple sus mandamientos, porque esto es todo para el hombre. Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto. (Eclesiastés 12:13,14)

  62. Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo. (2 Corintios 5:10)

  63. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de ren­dir cuentas. (Hebreos 4:13)

  64. Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos. No hay lugares oscuros ni sombras profun­das que puedan esconder a los malhechores. (Job 34:21,22)

  65. Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. (Proverbios 15:3)

  66. Dios paga al hombre según sus obras; lo trata como se merece. (Job 34:11)

  67. Cavó una fosa y la ahondó, y en esa misma fosa caerá. Su iniquidad se volverá contra él; su violencia recaerá sobre su cabe­za. (Salmos 7:15,16)

  68. Porque cercano está el día del Señor contra todas las naciones. ¡Edom, como hiciste, se te hará! ¡sobre tu cabeza recaerá tu merecido! (Abdías 15)

  69. Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos. (Hechos 17:31)

  70. Ahora bien, hermanos, ustedes no necesitan que se les escriba acerca de tiempos y fechas, porque ya saben que el día del Señor llegará como ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», vendrá de improviso sobre ellos la des­trucción, como le llegan a la mujer encinta los dolores de parto. De ninguna manera podrán escapar. (1 Tesalonicenses 5:1-3)

  71. Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. La venida del Hi­jo del hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre. (Mateo 24:36-39)

  72. Tampoco perdonó al mundo antiguo cuando mandó un diluvio sobre los impíos, aunque protegió a ocho personas, inclu­yendo a Noé, predicador de la justicia. Además, condenó a las ciudades de Sodoma y Gomorra, y las redujo a cenizas, po­niéndolas como escarmiento para los impíos. (2 Pedro 2:5,6)

  73. Por tanto –agregó Jesús–, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora. (Mateo 25:13)

  74. Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturale­za divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa. (Romanos 1:18-20)

  75. Si el malvado se arrepiente de todos los pecados que ha cometido, y obedece todos mis decretos y practica el derecho y la justicia, no morirá; vivirá por practicar la justicia, y Dios se olvidará de todos los pecados que ese malvado haya cometido. ¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado? ¿No quiero más bien que abandone su mala conducta y que viva? Yo, el Señor, lo afirmo. (Ezequiel 18:21-23)

  76. El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo: sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro al­guno. (Salmos 103:15,16)

  77. Pocos son los días, y muchos los problemas, que vive el hombre nacido de mujer. Es como las flores, que brotan y se mar­chitan; es como efímera sombra que se esfuma. (Job 14:1,2)

  78. No le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón privé de placer alguno, sino que disfrutó de todos mis afanes. ¡Sólo eso saqué de tanto afanarme! Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida. (Eclesiastés 2:10,11)

  79. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? (Marcos 8:36)

  80. Tal como salió del vientre de su madre, así se irá: desnudo como vino al mundo, y sin llevarse el fruto de tanto trabajo. (Ecle­siastés 5:15)

  81. Porque nada trajimos a este mundo, y nada podemos llevarnos. Así que, si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso. (1 Timoteo 6:7,8)

  82. No te asombre ver que alguien se enriquezca y aumente el esplendor de su casa, porque al morir no se llevará nada, ni con él descenderá su esplendor. (Salmos 49:16,17)

  83. Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es absurdo! (Ecle­siastés 5:10)

  84. No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salie­ran alas, pues se van volando como las águilas. (Proverbios 23:4,5)

  85. Vendan sus bienes y den a los pobres. Provéanse de bolsas que no se desgasten; acumulen un tesoro inagotable en el cie­lo, donde no hay ladrón que aceche ni polilla que destruya. (Lucas 12:33)

  86. Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él. –Maestro bueno –le preguntó–, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? –¿Por qué me llamas bueno? –respondió Jesús–. Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.” –Maestro –dijo el hombre–, todo eso lo he cumplido desde que era joven. Jesús lo miró con amor y añadió: –Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme. Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas. (Marcos 10:17-22)

  87. ¡Tengan cuidado! –advirtió a la gente–. Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces les contó esta parábola: –El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.” Por fin dijo: “Ya sé lo que voy a hacer: derriba­ré mis graneros y construiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?” Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios. (Lucas 12:15-21)

  88. No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo –los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida– proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:15-17)

  89. El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. (Juan 12:25)

  90. Porque los vivos saben que han de morir, pero los muertos no saben nada ni esperan nada, pues su memoria cae en el olvi­do. (Eclesiastés 9:5)

  91. Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño; porque en el sepulcro, adonde te diriges, no hay trabajo ni planes ni conocimiento ni sabiduría. (Eclesiastés 9:10)

  92. De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. (1 Corintios 15:21,22)

  93. No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados. (Juan 5:28,29)

  94. Tengo en Dios la misma esperanza que estos hombres profesan, de que habrá una resurrección de los justos y de los injus­tos. (Hechos 24:15)

  95. Se abrirán entonces los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; saltará el cojo como un ciervo, y gritará de alegría la lengua del mudo. Porque aguas brotarán en el desierto, y torrentes en el sequedal. (Isaías 35:5,6)

  96. No tendrán hambre ni sed, no los abatirá el sol ni el calor, porque los guiará quien les tiene compasión, y los conducirá junto a manantiales de agua. (Isaías 49:10)

  97. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han de­jado de existir. (Apocalipsis 21:4)

  98. Ningún habitante dirá: «Estoy enfermo»; y se perdonará la iniquidad del pueblo que allí habita. (Isaías 33:24)

  99. Entonces el hombre rejuvenece; ¡vuelve a ser como cuando era niño! (Job 33:25)

  100. El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién destetado meterá la mano en el nido de la víbora. No harán ningún da­ño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del Señor como rebosa el mar con las aguas. (Isaías 11:6-9)



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